Una conversación inédita con Michael Crichton, el creador de 'Parque Jurásico', fallecido el pasado miércoles .
Sus novelas exhiben un caudal de información técnica y científica. ¿Cuál es su método de trabajo? ¿Investiga primero y escribe después?
Siempre hago la investigación primero. A veces investigo sin una idea muy clara de lo que estoy buscando. Me interesa la investigación por sí misma, en ocasiones leo un libro que me llama la atención y decido meterme en el tema más a fondo. A menudo estoy trabajando a la vez en 10 o 15 cuestiones diferentes. Todo tipo de cosas, desde psicología a historia o ciencia.
¿Tiene asistentes, investigadores que trabajan para usted?
Trabajo con un único asistente que me proporciona el material que le pido, sea de Internet o de distintos archivos. Pero le doy referencias muy claras. No hace la investigación por mí.
Sus primeros libros eran thrillers, pero no tenían contenido tecnológico. ¿Cómo evolucionó hacia el tecnothriller, género del que se le considera el creador? ¿Qué le llevó a apartarse de la ciencia ficción clásica?
Creo que fue un accidente. Yo estaba escribiendo novelas de una forma convencional y mi editor me dijo que tenía que ser más persuasivo. Así que me dirigí hacia la no-ficción para ver qué técnicas debía usar a fin de que el lector dijera "esto es real". Y las apliqué a mis libros.
¿Tenía algun modelo?
Cuando era joven me gustaba Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes. En parte porque mucha gente piensa que Holmes es un personaje real, las investigaciones que realiza siempre están muy bien documentadas. Me atraía esa idea de una creación literaria muy realista, tanto por lo que respecta a los personajes como a las situaciones.
Grandes figuras de la anticipación científica como H.G. Wells o Julio Verne, ¿qué han supuesto para usted?
Verne quizás fue un modelo, porque cuando le leían sus contemporáneos pensaban: esto puede ocurrir cualquier día. H.G. Wells es mucho más fantástico. No me gustan los argumentos que se proyectan demasiado al futuro, hacia el año 3.000 o hacia los invasores de Marte, como los suyos, eso es demasiado para mí.
Autores de su país como Norman Mailer y Tom Wolfe han discutido la relación entre realidad e imaginación, y han experimentado en sus libros con el cruce de la ficción y la no ficción. ¿Ha seguido este debate? ¿O piensa que trabaja en una dirección muy diferente?
Creo que es parte del mismo proceso, mucha gente está cruzando la línea y usando técnicas de la ficción para escribir no ficción y a la inversa. En los últimos decenios ha habido un gran interés en torno a lo que hace que una escritura muestre la realidad; en otros países el experimento se movió de otra manera. En Francia, por ejemplo, tuvieron a Robbe Grillet. Pero yo nunca he tenido un particular concepto literario, simplemente trataba de hacer que mis historias funcionaban.
¿De dónde sacó la idea para Parque Jurásico?
Leí un artículo a propósito de la extracción de material genético de fósiles, en el que se decía, a modo de broma, "quizás un día encontremos material genético de dinosaurios". Eso me estimuló.
¿Qué hizo después? Por ejemplo, para escribir sobre la isla, ¿se fue a alguna isla concreta?
No viajé de forma concreta durante su redacción, aunque había estado en varias islas tropicales antes. Básicamente ese paisaje fue una invención, está compuesto de paisajes de sitios muy diferentes. Aunque en otros libros he intentado ceñirme al paisaje real, no siempre con éxito. Cuando trabajaba en la novela Congo, decidí ir al país a ver los gorilas. Pero en aquel momento había una guerra entre Uganda y Tanzania y moverse por la zona era complicado. Puesto que necesitaba documentarme sobre una selva tropical y sobre un volcán, acabé yendo a Malasia para la primera, y para el volcán utilicé el Stromboli, en Italia, en aquella época se podía pasear por el crater. Además, finalmente no conseguí ver los gorilas, tuve que inventármelos.
A principios de los años 90, en EE.UU. se produjo un gran debate público sobre la entrada de capital japonés en empresas americanas, que se percibía como una amenaza de colonialismo económico. ¿En qué momento decidió convertirlo en el tema de su novela Sol naciente?
Yo había estado interesado en Japón durante mucho tiempo de una forma positiva, me atraía mucho su cultura y había viajado allí varias veces. En un determinando momento me di cuenta de esta entrada de capital japonés en nuestras empresas y me pregunté: ¿qué está ocurriendo en América? Para ambientarme me matriculé en un curso para ejecutivos que querían ser contratados por corporaciones japonesas, en Los Ángeles. Un tiempo después de publicada la novela me encontré al director del curso y me dijo: hombre, has usado mis palabras y me has hecho quedar muy mal. Le respondí que me había limitado a citar lo que decía. Para hacer este libro investigué a fondo sobre cuál era la percepción de los japoneses en el mundo de la empresa americana… Sol naciente es la historia de una compañía que está financiada por los contribuyentes de otro país, lo cual me parece mal, y efectivamente provocó mucho debate.
¿De dónde surgió Acoso?
Alguien me explicó, en 1988, la historia de una corporación que tenía dos muy buenos ejecutivos, un hombre y una mujer. Los dos fueron al presidente de la compañía a quejarse de el otro le estaba acosando sexualmente. ¿Qué haces, te quedas a uno y despides al otro? ¿Despides a los dos? Me pareció una buena historia e inmediatamente decidí que iba a hacer algo con ella.
¿Habló con alguno de ellos?
No.
Para ambientarse, ¿fue a Seattle y visitó todas esas corporaciones high-tech?
No, pero visité una en California que era más o menos lo mismo. Para mí ese proceso fue básicamente una reafirmación, primero tuve lista la historia y luego fui a constatar que todo es correcto. Me gusta confirmar los datos de mis obras.
En varios de sus libros parte de una tesis que va absolutamente en contra de lo que todo el mundo piensa. En Acoso el hombre es víctima, y no protagonista, de un cerco sexual. En Estado de miedo rebate el concepto de calentamiento global. ¿Lo hace por qué le gusta provocar?br>
(Risas). Es mi forma de pensar, en toda situación y también en mis libros tiendo a buscar la otra cara de la moneda, aquello a lo que nadie está prestando atención. Procuro dar la vuelta a las ideas dominantes.
¿Cuál ha sido el libro que más satisfacciones le ha dado?
Me cuesta mucho elegir. Hace muchos años publiqué una novela llamada El hombre terminal, sobre un hombre cuyo cerebro conectaban a un ordenador. No tuvo mucho éxito y las reseñas fueron tibias, decían que lo que yo explicaba era imposible. Un día en una fiesta se me acercó un hombre y me dijo que había leído mi libro y le había gustado mucho, y a continuación me hizo un extenso análisis punto por punto de lo que la novela explicaba. Estuve a punto de besarle porque me sentí perfectamente comprendido. Le pregunté qué hacía y me dijo que era investigador científico en torno a temas como los que El hombre terminal planteaba. Decidí entonces que si los profesionales la aprobaban, mi novela no había sido un fracaso. Pero cada libro mío ha tenido un resultado diferente: Sol naciente abrió una discusión allí donde no existía. Estado de miedo ha animado a otras personas a oponerse a la corriente dominante, tras su aparición algunos ecologistas famosos se han atrevido a decir públicamente que ellos tampoco creen que el calentamiento global sea una realidad.
Usted ha trabajado, además de cómo escritor, como director de cine y productor de TV…
Sí, al principio pensé que sería interesante meterme en esos mundos. Y lo fue durante unos años. En cierto momento estaba dirigiendo una película con Sean Connery y me dije a mí mismo: "Bien, ya eres un director de cine internacional que trabaja con estrellas de verdad. Y eso te gusta". Pero luego reflexioné: "Bueno, en realidad no me gusta tanto, prefiero estar en casa escribiendo", y empecé a apartarme de la dirección.
¿El Crichton escritor tiene el mismo estilo que el Crichton director?
Sí. A mí no me gusta que la gente perciba un estilo en mis trabajos, ni en los libros ni en las películas. No quiero que se note cómo se mueve la cámara, quiero estar detrás de la narración. Por lo que a los libros se refiere, no soy un buen crítico de mí mismo. En otro tiempo me preocupaba mucho que cada novela fuera muy diferente de la anterior.
Siendo usted mismo un director de cine, ¿fue difícil la relacion con Spielberg cuando adaptó Parque Jurasico?
Fue fácil. Yo redacté el primer borrador del guión, luego tuve que dejarlo porque tenía otros compromisos. Es muy agradable trabajar con él, sabe lo que quiere y lo recuerda todo. Nunca te culpa si algo sale mal.
¿Cuál fue el proceso de creación de la serie televisiva Urgencias?
En 1974 acababa de dirigir una película muy fantástica, Almas de metal, y decidí que mi siguiente proyecto debía tener un tono muy realista. Así que hice un guión sobre 24 horas en el área de urgencias de un gran hospital, a partir de las experiencias que yo había tenido en mis prácticas de medicina. Todo estaba dispuesto para rodar, los actores estaban contratados, pero el estudio tuvo miedo, lo encontraron demasiado técnico y con un ritmo demasiado rápido y lo pararon. Veinte años más tarde Spielberg, que ya había llevado al cine Parque Jurásico, compró el guión porque quería hacer una película de tema médico, y yo me mostré dispuesto a reescribirlo, aunque me gustaba tal como estaba. Pero Spielberg entró en una fase de mucho trabajo y un directivo de su compañía que estaba metido en productos televisivos sugirió convertirlo en una serie. Lo enseñó a unas cuantas cadenas y dijeron que no porque era demasiado técnico, demasiado rápido y demasiado centrado en los caracteres de los personajes. Decían que las audiencias no serían capaces de seguirlo, había demasiada charla sobre inyecciones y cosas por el estilo. Finalmente los responsables de una cadena, que era la que tenía los peores ratings de la época, se animaron a ponerlo en marcha, aunque me di cuenta de que no creían en el proyecto. Y esa fue la situación perfecta, porque no intervinieron, mientras que si el estudio cree en una película o en una serie todo el mundo quiere interferir y la destruyen. Aquí nos dieron libertad absoluta, es más, los directivos no querían ni tan sólo que se les fotografiara en el rodaje, ya que estaban convencidos de que iba a ser un gran fiasco. Yo escribí entero el primer capítulo y luego revisé los guiones siguientes, era una especie de editor. "Urgencias" me dio bastante trabajo durante unos años, fue un gran éxito y nadie entendía por qué.
¿Cuál es la novela que no ha podido escribir?
Hay muchas. Hice una novela sobre París, que no funcionó. Cada cierto tiempo la recupero e intento rehacerla, aunque sus páginas ya se han vuelto amarillas.
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